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Nunca Digas Adiós
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¿Y quién es Usted?
Por: José Ruíz Mercado
Fue por la tarde, ya casi a esa hora cuando no estás seguro si ya es noche.
Tanto tiempo sin vernos. Así era. Podían pasar meses, pero cuando nos veíamos
parecía ayer, posiblemente por la mañana.
Más de una vez se repitió la cinta. Como un filme en donde los personajes se
encuentran en la misma estación del tren para charlar del universo. Como un filme
de antaño. De esos que jamás ganarán un reconocimiento.
La tarde. Así como charlar en el tono beat, o posiblemente en el ritmo sincopado
de Louis Armstrong, o simplemente transitar en transporte público con una
sonrisa. Algo se hizo en ese periodo de ausencia.
El viaje en urbano permite reflexión. Nos sentamos para ver el paisaje de los
extremos de la calle. A veces nos toca ir de pie, entonces la posibilidad es de ser
lanzado de un lado a otro como un bailar al extremo.
Viajar en urbano nos hace olvidar la negligencia de quien se atraviesa en media
calle con la cabeza baja, o la máxima agresión del motociclista rebasando por el
espacio del copiloto. Viajar en urbano nos permite convivir en silencio las canastas
de la señora del mercado.
Fue por la tarde cuando charlamos de la presentación de ese libro, contestación
académica en la Sociedad de Geografía y Estadística, mucho después de la
presentación de la serie El Tlacuilo. Nuestros niños debieran conocer el náhuatl
mejor que el inglés. Dijiste.
Con el náhuatl no se irán al sueño americano. Te dije. Pero tampoco perderán su
identidad por un puñado de dólares. Me respondió haciendo énfasis en el final de
su frase. Luego sonrío, como era él (Por algo escribo te dije y no le dije)
En alguna ocasión comentó su intervención presentando un libro de Mata Torres,
el maestro Mata, como él, con toda admiración hacia referencia a su obra, a su
persona. El maestro.
Responsabilidad grande. Hablar de la obra de un personaje como él. Era su
comentario, al mismo tiempo que me decía parte de las aportaciones
documentadas, de los estudios a la artesanía wirarika, o a los objetos sagrados.
Transporte urbano. El colectivo. Convivir, o sólo observar las múltiples facetas
permisibles, algunas así, cansadas, otras revisando tiempo, otras en el extremo
como para decir al viento.
Una de esas ocasiones de encuentro fortuito comentó de una nota por mi escrita
en Va de Nuez, la revista publicada por Rosario Orozco. Cabe comentar las veces
presentes en El Centenario.
Hizo algunas observaciones, leves, amigables. El trolebús hizo una larga
parada. Le escuché como siempre. Atento a sus comentarios. Esa semana era la
presentación.
Escucharlo hablar fue una enseñanza. Jamás intervino en hacer un comentario
hiriente, al contrario. Esa vez, intervino con toda la seriedad académica; luego, se
refirió cariñosamente al trabajo editorial.
Sereno, siempre amable, discreto. Desde su manera de hablar, de caminar, se le
notaba, aunque él jamás quiso exteriorizarlo, su conocimiento. Un humanismo en
todo su esplendor.
Ese día, mejor dicho, esa tarde noche, hizo el comentario de una posibilidad de
entrar a la Sociedad de Geografía. Lo vi. Me guardé el comentario. Eso para mi
eran palabras mayores.
Carlos Sandoval Linares falleció el pasado dieciséis de abril. Con su partida se
pierde a todo un personaje de la cultura. Se deja un espacio independiente, el más
antiguo de la ciudad, El Centenario, que a la voz de los que saben, logró sobrevivir
a todos los vaivenes de las circunstancias.
Ángel Bassols Batalla escribió hace unos años:” la relación que existe entre el
grado de madurez y el nivel de desarrollo socioeconómico de un país, por un lado,
y el grado de conocimiento que los ciudadanos puedan tener respecto a
determinados personajes de su propia historia (…) se consideran patrimonio
nacional y en su caso se divulgan”
Carlos Sandoval Linares falleció. Deja una obra publicada, me imagino alguna
inédita. El trabajo de sostener un espacio para la difusión y promoción de la
cultura, no perteneció a la clase política, ni se unió a la campaña de las bicicletas,
sabía utilizar el transporte público como buen intelectual, pero sobre todo, sin
mayor aspaviento, sabía, supo, como nadie, enseñar con el ejemplo.

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1 pensamiento sobre “Nunca Digas Adiós”

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