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Libros que Marcan

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¿Y quién es usted?
José Ruíz Mercado

“…la peste de 1502 en Provence coincidió con los trastornos políticos más profundos, destituciones y muerte de reyes, desaparición y destrucción de provincias y terremotos, fenómenos magnéticos de todo tipo.” 

   2005 es la fecha de edición de Cuerpos y Espectros, bajo la firma editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, la autoría de Gabriel Weisz. De entrada, pareciera uno de esos textos apocalípticos tan leídos hoy día.

   Textos cuya nueva lectura nos encamina a releer nuestra cotidianeidad. Cuando volvemos con Nicolás Núñez cuando escribe en su Teatro Antrocósmico, un hecho poco valorado: desconocemos nuestro cuerpo, llegamos a conclusiones sencillas, casi de inmediata aplicación ¿Cuántas veces (por qué) tocamos nuestra cara?

   Los analistas de la conducta se refieren a ciertos movimientos inconscientes que cada individuo hace. Uno de estos es tocarse la cara, precisamente en los momentos de mayor inseguridad. Tocarse el mentón, rascarse la nariz, tallarse los ojos, son alguno de esos movimientos involuntarios.

   Antes de otra cosa, para actuar se requiere conocer a fondo nuestro cuerpo, sus reacciones, escribió Nicolás Núñez a la mitad del Siglo Pasado. Cada movimiento responde a una acción, y dicha acción debe llevar consigo una reacción.

   En la Edad Media Oriental un actor japonés (Zeami) escribió un libro poético, un ejemplar donde nos hace un llamamiento a tener relación, por lo tanto, conocimiento, de nuestro cuerpo: El Espejo de la Flor.

   Zeami partió de dos postulados: Sólo quien tiene experiencia puede enseñar. La norma es estar a 90/80. Nuestro cuerpo está en ese tono de vibraciones. Para actuar se debe estar a más de cien. Todo va a depender de la escena a realizar.

   Llevarlo a la vida cotidiana hoy día. Es decir, salir a la calle, estar listo para caminar entre los aconteceres de la urbe, sería necesario estar a más de cien para poder prevenir cualquier conflicto. Uno desconoce lo que nos espera a la vuelta de la esquina.

    En el periodo a partir del veinte y hasta estos días han sucedido muchas cosas; desde la partida de familia, amigos y la zozobra de si me va a suceder a mí. El egocentrismo con el cual hemos sido educados nos lleva a pensar en la ausencia del otro antes que en uno mismo. Salvo, por supuesto, raras excepciones.

   Cuando el acontecimiento va a debilitar ese ego, la pregunta es ¿Por qué a mí? O el chantaje, hoy es por mí, mañana puede ser por ti. Con todas sus variables. El egocentrismo se encuentra en la mentalidad del mendigo. Una sociedad educada en este rubro jamás vibrará positivamente.

   Otro punto básico de esta vibración es ese sentido de la libertad. Soy libre de hacer, de otra manera, soy esclavo social ¿Qué es la libertad? ¿Cómo voy a ser libre si desconozco mis limites? Y mis limites están en el conocimiento del otro.

   Llevar a la reflexión esto ahora vivido puede ser una experiencia, siempre y cuando, efectivamente la azumemos como propia. De entrada, nos abrió los ojos a entender nuestra falla administrativa, nuestra deficiencia para entender el Siglo XXI.

   Somos analfabetas y no lo quisimos entender: Desde lo emocional hasta lo tecnológico. Desde el otro es el responsable (por qué yo) hasta esto es para otros, jamás para mí. Alguien tiene que explicármelo.

   La peste huele, podemos llegar a una poética de lo perceptible, escribe Weisz en alguna de los textos. La sociedad toda está enferma. Por eso actúa enfermamente, por eso niega, se niega, todo está en el exterior, alguien desea poseerme, por lo tanto, va a introducirme microorganismos. Alguien quiere callarme y me obligan a traer mascarilla. Todo es externo.

   ¿Cuál es esa poética? ¿A qué nos ha llevado este tiempo? Por lo menos a comprender nuestro egocentrismo, a reflexionar, a llevar nuestra visión a otro nivel axiomático.

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