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De editores y Otros Cuentos

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¿Y quién es usted?
Por: José Ruíz Mercado

Sin enojarse que no es árbol. Nadie puede decir las grandezas de un escrito si
no ha leído lo suficiente. Le aseguro que publicar no es importante si no hay horas
de lectura previa, de corregir una y otra vez ¿Recuerdas quien dijo cuando publico
es cuando ya me cansé de corregir? Si lo desconoce, no hay problema, señal de
que aún no debiera publicar.
No entiendo mucho. Una cosa es el ejercicio del poder para utilizar este para
negar el trabajo de quienes pueden hacerle sombra, y otra es hacer creer que
todos somos poetas. Nadie se sometería a una cirugía mayor con quien sepa de
herbolaria. Digo, no es para enojarse.
Hubo un momento cuando los grandes cobraron en el Estado (en cualquiera de
sus niveles) Desde ahí ejercieron el poder. Las publicaciones universitarias fueron
las principales vías de difusión.
Incluso, algunas estructuras se vieron perjudicadas, algunas negadas. Pero el
ejercicio del poder llegó a la sutileza. Cuando ves a quien inicia y puede superarte,
dale un premio; los aplausos antes de tiempo embriagan, pocas veces se superan,
ya no habrá problema ¿Recuerda esa frase? No hay problema, señal de que aún
no debiera publicar.
Esto parece ser cosa del pasado inmediato. Pero no se fie, aún persiste.
Digamos, existe un espacio intermedio. Cuando aparecen los contestarios,
quienes se colocan como la otra opción. Producen estructuras críticas,
cambiantes, cuestionan a quienes provocaron el nacimiento.
Algunos de estos grandes comprendieron su función, se abrieron al cambio.
Otros sencillamente dejaron pasar la oportunidad de perpetrarse en quienes
venían. Otra frase. Hace tiempo que no leo a los jóvenes. Nada tienen por decir
¿La recuerda? Si, no importa, digo, no es para enojarse, señal de que aún no
debiera publicar.
Viene otra oleada. La posibilidad, con las nuevas tecnologías, de publicar. Todos
somos autores, aunque no seamos lectores. Y se vino aquello de si leo me
contamino, si corrijo dejo de ser auténtico ¿Recuerda quién lo dijo? Nadie en
especial: Todos.
Y fueron tantos que ya ni la tía Chuchita le importó para Facebook, u otra red
social; y fueron tantos que sólo se dijeron entre sí, luego vino los grupos, luego los
reconocimientos sin lectura, luego el analfabetismo funcional.
Luego llegó quien dijera hace falta un estudio de estos autores, saber quién
aporta, quien sólo juega con la disciplina de la escritura, quien lo utiliza como
terapia. Hubo voces que dijeron: Si investigo, a qué hora escribo lo mío. Esto no
tiene por qué saber quien lo dijo, pero, cuenta.
La cultura masificada, la cultura del pasatiempo, la cultura urbana con sus
múltiples posibilidades de acercamiento al pueblo, el alejamiento, los títulos
universitarios como técnica de lo insólito. El presentismo como norma. Lo híbrido
como conducta.
Hubo un tiempo cuando un grupo se hacia por similitud de pensamiento, por
lecturas, propuestas. Hoy día se apuesta al facilismo egocéntrico. Entre más
simple sea, mejor. Generar una teoría es un acto de banalidad o cualquiera otra,
menos una necesidad académica.

Se terminaron los tiempos cuando una idea se cuestionaba con fundamentos,
jamás con adjetivos de ofensa. Se terminaron esos super héroes del conocimiento
para dejar entrar lo pueril.
No es para enojarse. Al contrario. Es para aplaudir al investigador, al editor
profesional, a quien le apuesta a la inteligencia. Son los menos, los que investigan,
pero se hacen cada vez más necesarios antes de caer en la decadencia de la
adjetivación sin esa chispa de la ironía del lenguaje.
Son pocos a quienes les toca este aplauso. Esta revisión de darle espacio a
quien se lo ha ganado. Apenas sí, unos cuantos: Silvia Quezada, Pedro
Valderrama, Catalina Miranda, Marcela Magdaleno.
Pocos. Unos cuantos. Deberíamos volver nuestra mirada a quienes reman
contracorriente, porque, si bien, los contestatarios de los setenta/ ochenta fueron
aquellos que hablaron cuestionando al Estado, ahora son los críticos, los analistas
quienes cuestionan este analfabetismo funcional al cual hemos caído.

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