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Un cuento triste, con un final feliz

gloria patricia aceves
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Un cuento triste

Un cuento triste, con un final feliz

Hacía poco me había cambiado de casa, llegué a un lugar que me gustaba al principio, luego empecé a notar como se repetía aquello que yo observaba en mi anterior espacio, basura en las calles, grafiti, padres permisivos, y perros en situación de calle, esos seres inocentes que demuestran su vulnerabilidad y deseo de hacerse visibles todo el tiempo, para al menos obtener un mendrugo de la gente que imbuida en su celular pasa por las calles sin notarlos.

Por la ruta que una servidora debía de tomar para llegar a tomar el transporte que me lleva al trabajo, se encontraba uno de tantos Oxxos, en este se observaban perros que se quedaban ahí, por tener la vaga ilusión de que serían alimentados por algún alma en cuyas dotes estuviera la de la compasión, pero nada, nadie se les cercaba ni siquiera para hacerles una caricia en el lomo entumecido por pasar las noches a la intemperie.

Yo los veía y se me caía el corazón, quería llevarlos a todos conmigo, darles cobijo, pero sobre todo, darles ese amor que gritaban necesitar, con sus ojitos profundos.

De entre todos ellos, noté un perrito de color café, yo creí que era de la raza maltés, pero luego supe que no, su talla era mediana, con unos ojos como el color de la miel, ese perrito desde el primer momento me llenó de ternura, era ya un adulto, traía un desgastado collar, probablemente se había salido de su casa y no había encontrado cómo regresar, puede ser, pero lo que yo creí, era que había sido abandonado en la calle, y no me equivoqué.

Lo que distinguía a este perrito del resto, era que presentaba sarna en un grado avanzado, el pobre no podía estar de pie, acostado, o caminando, todo su cuerpo se había convertido en una llaga, se rascaba incesantemente, al grado de hacerse escoriaciones en el lomo y la cola, que se encontraba desprovista ya de pelo.

Lo que yo hacía, era comprarle croquetas, o darle de lo que yo traía para mí, un pan, un sándwich, está bien, yo siempre podría conseguir qué comer, pero él no.

Así que lo acostumbré a mi voz, a mis pasos, a mi olor, lo acariciada en donde hubiera lugar en su cuerpecito, pero no había lo encontraba, así que intentaba no lastimarlo, y mientras lo veía comer, le decía ̶ Bebé, pobrecillo de ti, pero vas a estar bien, lo prometo, te voy a buscar una familia que te quiera.

Pero esto nunca pasó, cuando me despedía de él para irme a trabajar o llegar a casa, mi alma lloraba, tenía un sentimiento de injusticia muy agudo, me decía que no era posible, que la gente si tuviera un poco de empatía podía ayudar a darle una vida sin tanto dolor a ese perrito, al que yo de cariño, le llamaba “Bebé”.

Un cuento triste

Por las noches, antes de abandonarme al sueño, ese perrito, era en lo último en que pensaba, lo veía ahí, fuera del Oxxo, acostado, “hecho bolita” por el frío nocturno, con hambre, con sed, con tristeza, y eso, no me dejaba dormir, que impotencia sentía, pero me justificaba al no traerlo a casa por tener a mis 6 perros, todos rescatados, y por saber que los contagiaría de sarna, y una servidora, no contaba con recursos suficientes para llevarlo al veterinario.

Así es que cada mañana, a dirigirme de nuevo a mis actividades laborales, pedía por no encontrarlo, no podía mi alma al saberlo vulnerable, hambriento y enfermo, pedía a la vida que mejor, se lo llevara, que la muerte sería un alivio, aunque me dolería mucho, pero así él dejaría su cuerpo que tanto dolor le causaba, sin que nadie hiciera nada.

A veces pasaba por ahí y no estaba él, y agradecía no verlo, no sufrir yo por él, pero esto casi no ocurría, lo veía, y una fuerza invisible me llevaba a comprarle comida, a decirle palabras de amor, y prometerle una nueva vida, una mañana, le tomé un par de fotos y me dije que las subiría a Facebook, a los grupos de rescatistas y adopciones, a lo mejor encontraba un alma buena que me ayudara a ayudarlo.

Pero pasó el tiempo y no lo hice, nunca subí la foto ni pedía ayuda, y el ciclo se repetía, no poder dormir pensando en su situación y luego prometerle una mejor vida.

Una mañana por cuestión de un evento muy temprano, al pasar por ahí, lo vi, dormidito, junto a un árbol, pasé rápidamente, no quería que se despertara y al verme, quisiera que le diera comida, o que le hablara, los perros son animalitos de costumbres, aprenden a leer las acciones, lo momentos, los olores, las actitudes.

Pasé rápidamente, y al regresar, ya por la noche, lo volví a encontrar en el mismo sitio, en la misma postura, eso encendió una alarma en mí, ni siquiera la comezón tan aguda que sentía hizo que se moviera, temí que fuera a morir.

Le hablé, despertó, sus ojitos estaban tristes, le compré croquetas, ya no tenía mucho dinero, pero no me importó, siempre puedo encontrar la manera de conseguir, pero él no.

Al mirarlo comer, me dije que ya no más, que le buscaría una solución, que la vida, dios, el universo o como se le quiera decir, me iba ayudar, me despedí y le prometí de verdad que lo ayudaría, que lo llevaría a casa de ser necesario, aunque me expusiera y expusiera a mis perros a un contagio, era muy grande mi coraje e indignación conmigo por no hacer nada.

Esa noche al llegar a casa, subí su foto a todos los grupos de adopción y rescate de los que soy parte en Facebook, escribí un mensaje directo desde mi alma dolida y suplicando ayuda.

En cuanto los administradores de los grupos, aceptaron mi publicación, la gente empezó a contestar, a compartirla, las personas que interactuaban, me pedían que lo llevara al veterinario, que ellos aportaban para la consulta de evaluación y el tratamiento, incluso una médico veterinaria se ofreció a darle tratamiento gratuito.

Ante tales respuestas afirmativas, decidí que a la mañana siguiente iría por “Bebé” lo llevaría a consulta y posteriormente lo resguardaría, la gente buena sí existe, la gente que visibiliza a los perritos en situación de calle, empezaba a tomar forma.

Al día siguiente, temprano, y previa cita en una clínica veterinaria, fui por el perrito, ahora tenía miedo de no encontrarlo, pero no fue así.

Ahí fuera del Oxxo, olvidado, triste y enfermito, estaba este perrito, estacionando ahí su vulnerable vida.

Le hablé, se dirigió hacia mí, y ante la mirada de quien quiso ver y de quienes les dio lo mismo, lo abracé y lo llevé a revisión, error grande, puesto que sólo lo lastimé, lo escuché quejarse, caminé uno pasos con él, hasta que se me ocurrió, quitarle la correa a mi bolsa, y ponerla al rededor del cuello del perrito, caminó junto a mí sin ningún problema.

Al llegar a la clínica, el veterinario, me dijo que era un alarmante caso de sarna, que era probable que yo me contagiara, y que el perrito necesitaba atención urgente e inmediata.

Estando ahí, me llamó una chica rescatista, sé que los ángeles terrestres existen, y este era el caso, me dijo que su nombre era Mar Llamas, que había visto las publicaciones del caso del perrito con sarna, y quería hacerse cargo.

De verdad, creí que era un sueño, una broma, que las personas así no eran de verdad.

Al salir de la revisión de Bebé, ella y yo nos coordinamos, quedó de mandarme un uber que sólo transporta mascotas, para llevarlo a la clínica veterinaria Pirru&Ricky– Mil gracias Dr. Omar- Así que resguardé al perrito hermoso unas horas en mi domicilio, lo tuve en mi cochera, le di agua, croquetas, le puse una cobija para que se echara, y con otra lo cubrí del aire, y desde mi ventana, vi cómo dormía, mientras mis ojos se llenaban de lágrimas de agradecimiento.

A las 5 de la tarde pasaron por él, y si bien, esta fue la última vez que estuvimos juntos, sé que al separarnos, a él le esperaba la recuperación, y la felicidad que da una nueva vida.

A partir de este momento, Mar Llamas y una servidora nos comunicamos lo más posible, ella me dijo que el perrito estará en tratamiento, que se darían baños, medicina, y ella correría con los gastos, que no serían pocos, mi corazón no hacía más que agradecerle, la primera noche que Bebé durmió en la veterinaria, fue la primera noche en que yo también dormí tranquila, sabiéndolo alejado de las calles y del frío.

Mar me dijo que por nombre le había puesto Tommy al perrito, y regularmente me mandaba fotos y videos de él, en donde se notaba su recuperación, pero a los pocos días me dio una mala noticia, Tommy había salido positivo en la prueba de moquillo, me entristecí mucho, en mi historia, había tenido perritos con esa enfermedad, y sé lo devastadora que es, pero Mar me explicó que lo detectaron a tiempo, que aún no afectaba la parte neurológica, y que el tratamiento sería muy caro.

Qué desesperación sentí, yo de verdad deseaba ayudarla en lo económico.

FINAL FELIZ

Cuando estuvo listo Tommy, su ángel rescatista, Mar Llamas, le consiguió una familia adoptante, fueron por él, el día 24 de diciembre, Tommy pasó una noche buena con una familia, en donde los regalos fueron la esperanza, la seguridad, la vida y el amor, ese amor que le estuvo negado a Tommy por tanto tiempo, yo fui feliz al saberlo.

Mar me envió fotos y videos de cuando la familia se lo llevó, lo recibieron bien, lo acariciaban, Tommy ya no tenía dolor, y sobre todo, tenía un semblante de felicidad, y yo y mis perritos contemplamos y lloramos ante tan bellas imágenes.

Sé que la gente buena existe, doy gracias a la vida por ello. Gracias Mar Llamas, la vida te dará mil cosas buenas por este gesto de amor para con Tommy.

A ti lector, te agradezco que me hayas leído.

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