Observando
Pensar la paz
Dentro del rompecabezas social universal la pieza de la paz no cabe aún en el contexto imaginario social colectivo.
El entorno actual se vuelve dramático al ver la ausencia de paz en los hogares, hospitales, escuelas, empleos, empresas donde los derechos humanos de las personas son pisoteados, las desigualdades proliferan, el crimen de odio se enraíza y la polarización social se incrementa por diferentes situaciones.
El tejido de la paz está endeble, lo demuestran las guerras y desacuerdos políticos y civiles que estallan violentos sin el menor rubor.
El llamamiento a la paz es un grito a voces, es un grito a un alto a la violencia.
El derecho a vivir en paz de encuentra fragmentado y la dignidad humana vapuleada.
De frente al presente es imperativo que la participación ciudadana se involucre de lleno y de facto al mantenimiento de la paz, que esa pieza llamada “paz” embone perfectamente en el contexto social para que las paces sucedan y construyan; es una responsabilidad humana impulsar y promover la paz.
La paz es un deber y obligación social para con las generaciones futuras. La cohesión social
y la prevención de la violencia son emergentes para el sostenimiento de la paz y evitar un colapso social con tintes económicos, políticos y medioambientales.
La paz es compleja pero no imposible cuando se tiene la voluntad social y política de abordar con diálogo, mediación, tolerancia y respeto la otredad.
Todas las personas caben en la visión de la paz y por ende su promoción redunda en el bienestar de la persona en todas sus manifestaciones. El desear y aspirar la paz es una acción personal que redundará a nivel global por el bien de la humanidad.
Para hacer la paz, hay que pensar la paz.
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