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Religiosidad en la Escritura

Religiosidad en la Escritura
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¿Y quién es Usted?
Por: José Ruíz Mercado
La religión, como todo proceso humano, es un hecho histórico social, un elemento estructural ideológico presente, el cual, le da forma y contenido a cada acto cotidiano.
En lo fenomenológico de las religiones tenemos siempre una figura repetitiva. Debe darse cada determinado tiempo para que se repita el hecho. Un ritual mítico con la firmeza de la comunidad. El espectro mágico.
Las figuras geométricas, los números cabalísticos, todos responden a una simbología referente a un consciente/ inconsciente colectivo como alguna vez lo estudió Jung. Los símbolos de poder, la temporalidad. Todo esto responde a un hecho histórico. A una historicidad latente. Una respuesta conductual de la religión que prevalece en una región, o en un grupo social.
Analizar la sociología de los grupos conformantes de una metrópoli, la conducta de ciertos grupos frente a otros resulta de gran riqueza comprender el significado étnico, incluso, el estudio de las llamadas tribus urbanas o los grupos hegemónicos.
En las posturas del positivismo la religiosidad está presente. Proponer diferencias tajantes entre lo que él estima como ciencia y lo que se asemeja resulta una lectura de espejos ¿Dónde está la realidad? ¿Ciencia o cuasi ciencia?
Cuando hablamos de ciencia para ver sólo una parte del todo, ya estamos adentrándonos en un acto religioso; lo bueno y lo malo, jamás una visión dialéctica del acto. Nada es único. Todo es un proceso.
Estamos en la temporada. El mito se repite para la continuidad del rito: Nacimiento, Muerte y Resurrección. De romperse la triada el hecho no se consume. Digamos, estamos frente a la fenomenología de la religión.
En el cristianismo este proceso está claro. En otras religiones el proceso es diferente, pero se da. Cada una con sus características específicas, pero la simbología triádica está.
El catolicismo, cuyo fundamento principal es la expiación, la festividad se confunde, entre conmemorar y su réplica. Nacimiento, pasión y muerte. Lo místico del hecho y lo mítico del acontecer.
Para nada debe extrañarnos la existencia de una estética, a cual, propone el objeto único [la pintura como la máxima expresión humana] En México una institución como el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y que en ocasiones se le agregue una “L” (INBAL)
¡Qué nadie se rasgue las vestiduras! No es para tanto. México es un país positivista desde el siglo XIX. La historia nos determina. Volvamos a Jung, pocas veces nos enteramos. Vivimos en la superficie que el individualismo nos invitó a creer.
En la literatura, por ejemplo, tenemos grandes figuras de la mística. El mundo de las letras nos menciona a Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Alfredo R. Plascencia, y otros ejemplos de este camino, verdaderas joyas.
Unos años atrás, Dante Medina edita una antología de poesía religiosa: Hablemos con Dios en Español. Sin duda una recopilación de grandes obras y personalidades de las letras.
En el teatro tenemos ejemplos, los cuales jamás pueden ir desapercibidos. Desde los misterios medievales, los autos sacramentales, hasta las pastorelas. La aportación de México al Mundo. Y si los datos no mienten, se inician en Tlajomulco.
Hablamos de obras para el teatro. Pero también están las adaptaciones, las grandes obras poéticas adaptadas a la escena. Y aquí entra la historia particular, de una obra y su autor.
Benjamín Sánchez Espinoza vivió en el tiempo de las grandes personalidades, ese periodo del cual nos habla Carlos Axel Flores Valdovinos en su excelente ensayo acerca de la obra de los maestros de la literatura jalisciense.
Sánchez Espinoza colaboró en la revista del Seminario Conciliar de Guadalajara, Apóstol, donde publicó sus primeros poemas. En 1947 el Seminario de Guadalajara le otorga un reconocimiento a su poema, con motivo CCL aniversario de su fundación.
Dicha obra fue musicalizada por el canónigo José Ruiz Medrano, uno de los latinologos claves en el Siglo XX, estrenándose el 15 de agosto de 1947. Los grandes siempre están con los grandes, reza un refrán.
En tanto llegaba el periodo de ordenanza sacerdotal estudió, de 1950 a 1953, la carrera de profesor normalista. En 1953 fue nombrado profesor de Literatura Universal y Castellana del Seminario Menor.
Llega el año de 1960. Ante un jurado compuesto por José Guadalupe Zuno Hernández, José Parres Arias, Alberto Rosas Benítez, Leopoldo Orendain y José Cornejo Franco, le otorgan el Premio Jalisco por El Romancero de la Vía Dolorosa.  
En la década de los sesenta dio clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara. De 1968 a 1978, fue capellán del templo Nuestra Señora del Sagrario. Alfonso de Lara Gallardo pintó el monumental conjunto del Vía Crucis: La lectura visual del Romancero.
José Luis Moreno, se dice, hizo la primera adaptación teatral de El Romancero de La Vía Dolorosa. Cada año, por estos días de Semana Santa, lo lleva a la escena, luego sus alumnos han trabajado en la reposición. Los críticos han mencionado que Benjamín Sánchez Espinoza es uno de los poetas místicos más importantes de los últimos años.
Benjamín Sánchez Espinoza usó el seudónimo de Fray Asinello, que en español sígnica borrico. Fallece el 25 de agosto de 2011. Sus cenizas están depositadas en el templo de Nuestra Señora de La Paz  

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