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Discusión Conmigo del Interés Periodístico

Discusión Conmigo del Interés Periodístico
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¿Y quién es usted?
Por: José Ruíz Mercado
Alguna vez leí por primera vez un periódico. Mi padre decía que deseaba estar
al día con los aconteceres del mundo. Política, moda, economía, deporte. Todo lo
del día. Presentista de tiempo completo.
Uno de mis tíos, al contrario, pasaba horas enteras revisando las páginas donde
se hacía comparación con la historia. Hacía subrayados, escribía en una libreta de
notas lo que para él era lo más importante.
Mi padre y él jamás comulgaron en la forma de leer un periódico. En lo que sí
estuvieron de acuerdo fue que, para tener un café excelente, de preferencia, el
grano debería estar recién molido, y por supuesto, depende del tostado la
estructura del producto.
Viví una infancia con ese tipo de discusiones. Papá decía, lo de hoy mañana son
recuerdos y para pasado mañana ya se olvida. Mi tío decía, cada día es un
escalón hacia alguna parte.
Mi primer trabajo fue el leer periódicos, catalogarlos, hacer una carpeta para
cada oficina. Claro, cada una con una reseña. Pequeña, sintética. Al final de la
semana las conclusiones eran más grandes ¿Qué quería la gente? ¿Dónde
estaban las necesidades apremiantes? ¿Quién había descubierto algo?
Mi primer trabajo se parecía más a la acción de mi tío que al de papá. Sin
embargo, ahora entiendo, que, de no haber tenido un papá presentista jamás
hubiera comprendido a mi tío.
Aún con toda esta, llamémosle, revisión conceptual, algo más se queda en la
posibilidad del alcance del trabajo periodístico: La sintaxis. La frase corta. Directa.
Casi como telegrama cambió la estructura diarística en los inicios del Siglo XX.
Pero, también, el hablar cotidiano.
José Martínez Ruiz, catedrático, miembro de la Academia de la Lengua,
narrador, dramaturgo, periodista. Conocido por su seudónimo, más que por su
nombre, le dio una elegancia al lenguaje, todo un vuelo al idioma ¿Quién no ha
oído hablar de Azorín, el novelista?
Todo lo contrario, aconteció en Estados Unidos, en donde la consigna de
vender, competir con los otros diarios, surge el amarillismo periodístico. En esta
estructura, la importancia no es la calidad, sino las ventas.
Despertar el morbo fue, y sigue siendo, la estructura, los contenidos. El morbo
tiene sus limitantes, no siempre funciona igual. Para sostener el interés se debe
buscar las necesidades del lector, los miedos, la idiosincrasia de los grupos a
quien va dirigido.
Un público presentista tiene la enorme necesidad económica. Metas por cumplir,
ideales a lograr. Llega el momento cuando, ya no se puede ir más allá. La frase,
yo ya cumplí, se queda como un hecho. No lograrlo genera el miedo.
Analicemos entonces lo acontecido en estos dos años de crisis de salud. La
consigna fue, primero, no perder empleos, luego, la economía no debe parar. Los
medios de comunicación se desgarraron las vestiduras en este rublo. Poca
creatividad vimos, mínima reflexión.
Otro camino del periodismo es la política, los deportes. Lo fuerte de los
contenidos temáticos. Pero, aún ahí, el conflicto aparece. Para que una noticia
venda se requiere tener un responsable. Entonces el amarillismo debe buscarlo.
La sociedad en su conjunto tiene una particularidad: La crisis de autoridad. El
responsable por lo tanto es quien tiene mayor autoridad. Jamás los de a pie.
Alguna vez charlé con mi padre acerca de este tenor. Le dije del presentismo, de
la diferencia entre una noticia y otra. Él se dedicó a escucharme. Mi vista se clavó
en el libro que, con un dedo, guardaba la página en dónde iba. Entonces improvisé
un separador con un fragmento de un periódico, ahí en donde tenía la mayor
cantidad de anuncios.
¿A quién lees?
A Azorín.
No supe por dónde seguir. Vio mi cara de consternado, sonrió, para decirme con
esa ternura que lo caracterizó. Una de las cualidades del trabajador de la
comunicación es su conocimiento del lenguaje, su certeza de pensamiento que no
crea saberlo todo.
Dominio del idioma. Claridad en las ideas. Pero, sobre todo creativo, lúdico. El
día que olvide eso, la sociedad va a perder su visión del mundo. Entonces no es
tanto comulgar con el presente o el pasado. Es comprender los juegos del
lenguaje.
¿Y te gusta Azorín?
Me gusta más la Tía Inés.

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