¿Y quién es Usted?
Por: José Ruíz Mercado
Cada año en casa celebrábamos de manera especial el veinte de noviembre.
Como toda fiesta el ritual se repetía, tal y como fuera la primera vez. Por eso,
cuando cambió nadie se cercioró por completo.
Días antes mi madre iba al mercado por una buena cantidad de maíz especial.
Junto con este lo suficiente de cal. Sacaba de algún rincón de la casa (jamás viví
en casa grande, por lo tanto, era un verdadero acertijo dar con los utensilios de
cocina resguardados en el espacio menos imaginado) un cucharón de madera,
una olla de barro ahí dejaba en agua el maíz; otro día la cal, otro día lavaba con
suma delicadeza los granos del maíz.
Casi llegando el día la acompañaba al mercado. Kilos de carne diferente. Incluso
aquella no comprada en otros días. Claro, no faltaba pasar por la verdulería.
Llegaba la noche anterior, empezaba la cocienda. Lo primero era los trozos de
hueso, después vendría lo demás.
Desconozco como sería (es) la festividad del veinte de noviembre, incluso las
modificaciones a lo largo del tiempo en otras familias, porque en la mía todo era
igual, sólo cambió cuando participé en el desfile escolar. Al decir todo digo la hora
de sentarse a la mesa y degustar el pozole hecho por mamá.
La celebración en grande. Papá nació un veinte de noviembre de 1921. Así dice
en el acta. Edmundo Ruiz Murguía, hijo de José Ruiz y de Benita Murguía
Calatayud. Así que el ritual del pozole de mamá se hacía puntual.
Mi abuela guardaba un silencio mientras se servían los platos. En ocasiones la
ví salirse a llorar al patio, se fumaba su cigarro, luego regresaba. Mi hijo se
merece todo esto, decía, por algo su padre luchó. Y nos sentábamos a comer el
resultado ritualístico de días.
La reacción de la abuela no alcanzaba a comprender. No entendía su llanto. Sus
palabras. Eso era todos los festejos. Un día, mi tío, el mayor, respondió a mi duda.
Mi padre peleó al lado del ejercito villista. Un día sencillamente no regresó.
Sencillamente. Simplemente. La historia de mi tío fue larga, llena de
interrogantes, de ese extraño acento dado por la orfandad. Una vida entregada a
un ideal y no a su hijo. Mi tío jamás mencionó familia, mencionó hijo-padre. La
historia estaba escrita de una forma alejada del camino. Su discurso estaba en
primera persona, así, como yo y el mundo, el mundo y yo, luego, para enfatizar
ese yo, tan presente no me olvides, mencionaba a mi abuela. Una historia llena de
mitos y nostalgias.
¿Hasta dónde las historias familiares están pobladas de mitos? Las partes
hablan acorde a lo vivido. Y ese pozole veinte de noviembre acudía cada año a
afirmar con énfasis la posibilidad de escribirse como parte infalible de una historia
familiar, de una multiplicidad de voces, las cuales, en suma, deben de dar una. Y
la mía es esta, así, sin entenderla porque la mitología era escasa: Mi tío, mi
abuela, mi padre.
Ese mito creció cuando leí Cartucho, la novela de Nellie Campobello, la gran
bailarina metida a novelista, o al revés. Dos novelas de la Revolución Mexicana
son claves en la femineidad creadora. Ambas de Nellie: Cartucho y Las Manos de
Mamá, y ese mito creció. Un personaje de Cartucho se llama José Ruiz, muere en
emboscada por las tropas enemigas. La descripción hecha por Nellie es similar a
la hecha por mi abuela: Callado, pensador, contemplador de las estrellas.
Desconozco como harán la celebración en otras casas, otras familias.
Desconozco, por ejemplo, como harían los Revueltas la celebración del veinte de
noviembre. José Maximiliano Revueltas Sánchez, cuya fecha de nacimiento se
remonta a 1914, nació en Santiago Papasquiaro, Durango. Incluso, como le dirían
en casa ¿Maximiliano? Nosotros lo conocemos como José Revueltas.
Su obra trasciende. Importante para la cultura mexicana. Novelista, ensayista,
dramaturgo, guionista. Forma parte de una dinastía de músicos, bailarinas,
actrices; toda una familia.
Su obra: El luto Humano, Los Días Terrenales, Los Muros de Agua, El Rebozo
de Soledad, El Apando y un largo continuar entre el ensayo estético y el político,
entre la denuncia a las injusticias y la ironía a la necedad humana.
Desconozco cómo se celebra el veinte de noviembre, como serán los discursos,
incluyendo los oficiales; porque decir veinte de noviembre es decir la entrada a
otra esfera, otra gobernanza.
La abuela, mi madre fallecieron. Ya no más el ritual ceremonial para mi padre.
José Revueltas fallece en abril de 1976 en la Ciudad de México. Papá también
falleció en abril. Fatales coincidencias.