Generalidades
José Roque Albín Huerta*
En el ocaso del mandato federal como presidente interino del general Abelardo L. Rodríguez, los capitalinos empezaron a sentir los preparativos de la inauguración del nuevo teatro nacional que ahora llevaría el nombre de Palacio de Bellas Artes, había muchas expectativas alrededor del acontecimiento y el día señalado para abrir sus puertas se reunieron miles de personas que esperaban encontrar un lugar en el extraordinario recinto.
Era el 29 de septiembre de 1934 cuando el presidente y su comitiva se instalaron cómodamente en el palco de honor, el reloj marcaba las 10 horas con 17 minutos. Al interior del recinto, que mostraba butacas vacías y mientras el público presionaba para entrar, se escucharon las notas del Himno Nacional interpretado por un coro de mil voces acompañado por la Orquesta Sinfónica, bajo la dirección de Carlos Chávez. En seguida se escucharon las palabras de don Antonio Castro Leal, jefe del Departamento de Bellas Artes. Sin tardanza la sinfónica interpretó la Sinfonía Proletaria del maestro Chávez, con el título de ”Llamadas”. Después vino una breve intervención del presidente de la república declarando formalmente inaugurado el recinto.
Enclavado en el corazón del Centro Histórico de la ciudad de México (otrora Distrito Federal) se encuentra este magno edificio que, a lo largo de 87 años de historia, el recinto cultural más importante del país ha albergado miles de exposiciones, obras y muestras de arte.
Es oportuno mencionar que, la construcción del Palacio de Bellas Artes, dio inició durante la presidencia de José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, fue quien ordenó iniciar un proyecto de construcción para el Nuevo Teatro Nacional, contratando para tal efecto al arquitecto Adamo Boari y al ingeniero Gonzalo Garita, quien abandonaría el proyecto años posteriores.
Dicho arquitecto tuvo la influencia del art nouveau, estilo artístico en el cual predominan las formas orgánicas, para la realización del exterior del recinto. El arquitecto entregó los textos de anteproyecto en 1902 y el proyecto definitivo en 1904, año en el que iniciaron las obras. Una vez concluida la estructura de acero, construida sobre una plataforma flotante, fue recubierta con concreto y los muros exteriores revestidos con mármol blanco mexicano, mientras que el mármol utilizado en los elementos ornamentales fue traído desde Italia.
Pese a que la temporalidad de las obras estaba prevista, los problemas presupuestales, diversos asuntos técnicos, la situación económica del país y el estallido de la Revolución retrasaron su ejecución. La construcción inició en 1904 pero se vio interrumpida a partir de 1912, fecha en que cambian las condiciones del contrato del arquitecto Boari, hasta su salida del país en 1916. En esta etapa solo se había concluido todo el exterior, a excepción del recubrimiento de la cúpula.
De 1917 a 1929 hubo dos intentos para reanudar los trabajos; en 1919 con Venustiano Carranza y en 1929 con Plutarco Elías Calles, pero se avanzó muy poco. El proyecto de culminación se puso en manos del arquitecto Federico Mariscal, quien trató de dar continuidad a la idea de Boari. En esta nueva etapa el interior de la construcción recibió un estilo art déco, caracterizado por la sobriedad y la sencillez. Fue entonces que durante la presidencia de Pascual Ortiz Rubio que se emitió un acuerdo para llevar a cabo la terminación del Teatro Nacional.
No obstante que la fachada del Palacio de Bellas Artes obtuvo inspiración europea, también cuenta con elementos provenientes de las culturas prehispánicas. Resaltando cabezas de monos, coyotes, serpientes, un guerrero jaguar y un guerrero águila.
La finalidad de esta nueva etapa del proyecto, culminado por Mariscal el 10 de marzo de 1934, era convertir el edificio en “asiento de una institución nacional de carácter artístico”, razón por la que el recinto cambió de nombre de Teatro Nacional a Palacio de Bellas Artes, mismo que abrió sus puertas el 29 de septiembre de 1934.
*es rector general del Centro Universitario Uteg
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