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Julio y las lluvias
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¿Y quién es Usted?
Por: José Ruíz Mercado

Este mes trae varios festejos, onomásticos, fechas para reflexionar. En la
secuencia de la vuelta al sol el número siete. Frida, Santana, el día del árbol, el
mes con más lluvias y las hormigas.
El anterior tuvo lo suyo. Importante mencionar al lenguaje. A esa estructura
de comunicación sin la cual la identidad se perdería. Junio se celebró el día del
hispanohablante. Un mes en donde, además, se debió de celebrar la tarea del
autor. La tarea del escritor, digámoslo, el deber ser, es el conservar el lenguaje
vivo, el otro, el enriquecerlo. Por eso los grandes autores, los artistas de la
pluma y la elocuencia, han convertido la lengua de la soldadesca en ironía
punzante. El Siglo de Oro español amplió el horizonte con la obra de Góngora,
Quevedo, Cervantes, para dejarla por herencia a Blas de Otero, Gloria Fuerte,
Valle Inclán y más ascendencia.
23 de junio es el día internacional del hispanohablante. El día para buscar a
los autores, a los dramaturgos, quienes han utilizado el idioma para
engrandecerlo, para llegar más allá de la anécdota, del tratamiento temático,
del juego escénico.
Parte de la tarea del crítico es el estudio de la utilización del lenguaje. La gran
mayoría llega al manejo anecdótico, otros se quedan en los personajes. Pocos,
muy pocos se adentran en la estética del lenguaje, en sus aportaciones.
23 de junio ¿Cuántos hispanohablantes caminamos por el mundo? ¿Cuántas
mutilaciones lingüísticas se habrán hecho a nombre de simplificar el montaje?
¿Cuántos prosaísmos cometidos?
Lope de Vega, poeta, parte de esa herencia al lenguaje con grandes obras
como La Gatomaquia, Fuenteovejuna, con ese certero manejo del lenguaje y
su circunstancia.
Julio con su invasión hormiguistica, quisiera hacer una aportación al lenguaje
con la visión del hormiguismo poco amigable al árbol, olvidando la fiesta, el
recordarle al mundo la festividad, las fanfarrias, los cantos, pero, las hormigas
lo olvidaron, se comen sus hojas y sus frutos.
¡Gloria a Dios en las alturas! Con sus calles ayer oscuras, hoy cargada de
bombillas ¡Hoy llueve! Va en serio. Los árboles caen cual grandes gigantes. No
precisamente por las hormigas quienes buscan su pan, su sustento para el
invierno, sino por los kilos de cemento alrededor del tronco asfixiando la raíz,
olvidemos el sustento hormiguístico para entrar en otro discurso.
Juguemos con el lenguaje. Hagámoslo crecer, por lo menos intentémoslo,
para eso tuvimos junio en nuestras manos, julio en lluvias, con una luna
esplendorosa escondida entre nubarrones, coqueta luna llena con su rebozo,
su escapulario, su risa cuasi carcajada recordándole al urbano su necedad de
cubrir raíces, bandolero de los llanos, la luna llena entre el brillo de alguna
estrella.
En el caminar alrededor del Sol llegamos a la mitad, como en los juegos de la
feria, nos subimos al carrito de la montaña y le damos vuelta, una y otra vez
porque esta estación, la de junio y julio, nos dice que ya pronto llegará el
camino de regreso, el cual, deseamos no habérsenos olvidado, ni creer en lo
que nos espera cuando bajemos. Buñuelo nuestro, buñuelo entre las luces de
la vida sin olvidar a los amigos, sin olvidar la calle a casa, sin la fantasía de la
fiesta, con la realidad a cuestas.

Julio casi termina.

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1 pensamiento sobre “Julio y las lluvias”

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