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Para Revisión

Para Revisión
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¿Y quién es usted?
Por: José Ruíz Mercado

Los ejes de estudio son varios. Siéntese cómodo. Esto va para rato. Vamos a
entrar en ese punto poco visto. La obra de un autor, sus aportes. Tomemos un
buen café para entrar en detalle.
Los títulos son varios. Las obras circulan, son montadas, hacen temporada,
los libros hablan. Seguimos la pista, la propuesta escénica. Esta palabra para
mí es fascinante por varios motivos semánticos. Para iniciar no es algo
consumado, es una promesa, la cual puede o no crecer, ofrecimiento, cambio,
posibilidad, en la posibilidad va la variabilidad.
El café viene de una cosecha especial. Bien cuidado desde su siembra.
Como buen barista ya usted lo habrá notado. Nadie cambiaría un café así por
una cerveza. Nadie con ese conocimiento. Por eso sabe lo del vaso con agua
previo a beber café. No después. Así, cuando sabe de teatro pregunta: ¿Dónde
está el dramaturgo? Para revisión.
La discusión es histórica. Tiene antecedentes, revisiones extensas, sitios,
estilos, ética, ahí en donde el respeto al trabajo del otro está presente, en
donde el fruto resultante es armónico.
Toda obra responde a un momento histórico, a una visión del mundo, donde,
en principio, el autor ofrece la lectura a su medio, para luego, en complicidad
con el equipo en turno, intercambia ideas, conceptos, términos para llegar a un
público con ideas afines. Nadie se relacionará con lo que su necesidad no
desee.
Un público evasivo, va a degustar una obra igual. Uno con propuestas de
mayor alcance, buscará obras igual. La evasión no es un fenómeno actual. En
el tiempo de los Pirandellos, en la primera mitad del Siglo XX, es conocido su
manifiesto, en donde se comentó de este tipo de público, de escape:
“QUE LOS QUE DESEEN REÍR, prefieran el circo a las comedias de
«astracán», que no tienen gracia y ni siquiera sentido común, porque aquél es
sin duda, con sus payasos, más divertido y menos grotesco que éstas. (No por
ello se crea que somos enemigos del buen humor; pero tampoco pensamos
que la comicidad en la escena deba ser forzosamente burda y ramplona)”
Así lo hicieron notar, en ese México, febrero de 1926, Víctor Manuel Díez
Barroso, José Joaquín Gamboa, Carlos y Lázaro Lozano García, Francisco
Monterde, Carlos Noriega Hope y Ricardo Parada León.
Los años pasan. La circunstancia, los nombres, las propuestas, la necesidad
de historiar (en ocasiones no entendemos, ni sabemos, el para qué, o para
quién) y los espacios, las obras, los dramaturgos aparecen, se convierten a su
vez en portadores de propuestas, de otras lecturas de lo cotidiano.
Francisco Monterde, el joven Pirandello, en 1975, continuó con el discurso de
la falla de ese público superficial y goloso de la risa a flor de labio; y lo hizo ver
en los becarios Salvador Novo, los jóvenes, hoy día ya no tanto, porque, como
él decía, el dramaturgo, como escritor, tiene un compromiso con su siglo.
Cuarenta y nueve años después Monterde inculcó a los nuevos jóvenes
dramaturgos ese compromiso de la temporalidad virtual, del análisis a fondo,
de reconocer los antecedentes. Encaminó así a Miguel Ángel Tenorio, quien,
hoy, a casi cuarenta y seis años de ese tiempo, mantiene el compromiso.
Quizá hoy día no vuelva a escribir la reflexión a Cambio de Valencia o El
Espíritu de la Lucha, el retrato del sentir de los jóvenes en el setenta.

Miguel Ángel Tenorio escribió su participación como dramaturgo. Unos años
después con el Cielo Nuestro Que se va a Caer, la obra, a decir del jurado, con
oficio, el autor nacido en la Ciudad de México, el año de 1954.
Altamente productivo. Nos faltaría hablar de la participación de sus
unipersonales. Su obra del 68, o lo más reciente: Instantáneas de la Ciudad en
los Tiempos del Coronavirus. Con ese dejo de picardía, erotismo, ironía
excelentemente jugada.
Así, entre Salvador Novo, Francisco Monterde, Ricardo Parada León (el
Pirandello de Jalisco) ¿Quién de los primeros becarios tendrá un fruto a la
posteridad?

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