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¿Quién decide por nosotras?

¿Quién decide por nosotras?
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Sociedad y otros demonios

Susana Aceves Ascencio

Hace semanas causó revuelo la noticia del equipo femenil de balonmano noruego, que desafió las reglas y determinó cambiar la vestimenta oficial “bikini” por una más cómoda: los pantalones cortos.

¿Quién decide por nosotras?

Esta decisión tan osada, y sin importar las consecuencias, habla de que las mujeres tienen derecho a decidir, no solo, sobre la vestimenta a utilizar en las competencias deportivas, sino también, con los asuntos que tengan que ver con su bienestar, con las cuestiones que apoyen su mayor rendimiento, así como aportar mejoras en las técnicas y reglamento de su disciplina.

Este es un ejemplo de la cosificación y sexualización de la mujer, situación que se ha venido arrastrando desde inicio de los tiempos, por lo que, estamos ante un problema estructural y una sociedad patriarcal persistente.

Y sin apasionamientos, les puedo decir que, seguimos en un mundo de hombres, en dónde ellos siguen imponiendo las reglas y tomando decisiones por nosotras. Por supuesto, hay adelantos en materia de género, pero esta situación nos demuestra una vez más, que hace falta mucho por hacer, y que las únicas personas que pueden generar el cambio somos nosotras.

Desde mi percepción, la cosificación de las mujeres sigue siendo cuestión cultural, principalmente. Nosotras mismas consciente o inconscientemente lo permitimos y normalizamos, nos dejamos influenciar por los medios de comunicación, por las cuestiones sociales, así como, por las reglas impuestas de que la belleza es estándar y depende de ciertos atributos físicos.

En alguna de nuestras charlas entre mujeres, nos daríamos cuenta que la auto-cosificación es más habitual de lo que pensaríamos. Al momento de debatir sobre las partes del cuerpo que se cambiarían y con las cuales no están cómodas, en mejorar el aspecto físico con cirugías estéticas y tratamientos dolorosos, en recomendar cirujanos estéticos y clínicas de belleza de renombre, en comentar sobre mujeres que se han realizado estos procedimientos y han quedado como modelos; y así, poco a poco, sin pensarlo, dejan a un lado la valía y esencia misma de los seres humanos, para dar mayor importancia a la apariencia física.

En una ocasión, Pilar me comentó que asistió a una comida de las amigas de su hermana mayor. Pensó que sería divertido y de mucho aprendizaje convivir con ellas, ya que, por su formación y perfil profesional, tendría conversaciones interesantes. Sin embargo; se llevó una gran decepción, cuando el único tema de conversación fue: ¿Quién está más delgada? ¿Quién tiene mejor cuerpo? ¿Quién fue con el cirujano y qué se hicieron? ¿Qué ejercicios y dieta hacen? ¿Quién tenía mejor apariencia física? Sin excepción se la pasaron criticando unas a otras sin parar, buscando más que nada imperfecciones para poder recomendar que hacer para quitarlas.

La auto-cosificación no es tema de estratos sociales, ni de nivel educativo. Todas sin excepción buscamos la belleza física, pero entender que hay una línea muy delgada entre sacar provecho a nuestra belleza natural y vernos como un objeto, que no piensa, ni razona; es lo que hace la diferencia.

Dejar a un lado las imposiciones sociales y los discursos huecos sobre empoderamiento de las mujeres para pasar a la acción, no cuesta tanto, el equipo noruego femenil de balonmano nos puso la muestra. Recordarnos que las mujeres pensamos, sentimos, razonamos, cuestionamos y sobre todo: decidimos por nosotras mismas, es parte del proceso para alcanzar la equidad e igualdad entre hombres y mujeres.

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