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Clásicos de la Música
Cuadros de una exposición de Mussorgski a Ravel.
Imagina andar por los pasillos de un museo que alberga una exposición pictórica detente ante una de las obras para admirar sus coloridos matices y sus relieves; retomar la andanza ante las miradas de los cuadros que penden de los muros: ora un retrato, ora un paisaje, un viejo castillo, obras por las que se adivina el pincel de un maestro; perderte de ese juego de “andar, detenerte y apreciar” para volver a empezar el ciclo.
Modest Mussorgski (1839-1881), contado entre los genios que llamaron patria a Rusia, compuso para piano una interesante serie de piezas que conforman una sola obra (a esto se llama “suite”), cuya temática central es la representación de la exposición de los cuadros de su difunto amigo pintor y arquitecto Víctor Harmann.
La obra se mide en 10 movimientos, cada uno representa un cuadro de la exhibición. A guisa de conector entre movimientos, Mussorgski compuso un tema que describe la caminata en si para llegar de un cuadro a otro.
“Cuadros de una expresión” es el trabajo de un artista con visión innovadora, de un estilo que profanaba las formas entonces usadas, cualidad que le valió la desaprobación de sus contemporáneos -como Tchaicovsky- y la admiración de las siguientes generaciones.
Fue el compositor francés Maurice Ravel (1835-1937) quien, en 1922, realizó una adaptación para orquesta de esta pieza. Ravel – considerado por muchos el mejor orquestador – supo imprimir su estilo francés sin degenerar el espíritu eminentemente ruso de la obra. Esta relación atemporal entre dos grandes de contextos casi opuestos, ha hecho de la versión orquestal de “Cuadros de una expresión” una pieza sin comparación y una escucha imprescindible.
En el mes de enero el mundo pianístico conmemora, con sobrada razón, el nacimiento del pianista polaco-estadounidense Arthur Rubinstein, uno de los músicos más influyentes del siglo XX. La carrera del pianista polaco fue altamente prolífica; a los 15 años de edad ya era un ejecutante reputado entre las sociedades musicales más importantes de su época y elogiado por célebres compositores como Saint Saëns. A los 19 ya había realizado giras internacionales.
Firme al hablar como al andar, creativo y fresco en sus conversaciones, Rubinstein encantó al público y a la crítica con un estilo herencia directa del romanticismo del siglo XX, reflejo de su propio temperamento, un estilo creativo y sólido con el que propusiera una manera nueva de acercarse y de conocer la música de los grandes compositores, sobre todo los compositores románticos por quienes sentía una notable predilección. Rubinstein pasó a la historia como el más grande interprete de la música de Chopin.
Dentro de aquellas magistrales interpretaciones Rubinstein, en esta ocasión nos detendremos en la de una pieza de Federic Chopin la “Polonesa No. 6” Op. 53, también conocida como la “Polonesa Heroica”, no sin esbozar muy brevemente la obra.
Compuesta en 1842, es quizá la más famosa de las 23 polonesas del autor, fama adquirida desde el momento de su estreno en 1843, por la calidad musical y la cantidad de matices expresivos de que el compositor se valió para manifestar sus sentimientos que, según se dice, en aquel momento estaban afectados por el deseo de ver libre su patria que padecía bajo el yugo ruso.
Respetable lector, en aras de utilizar este espacio informativo a efecto de tratar diversos asuntos de interés general, solicité y obtuve una entrevista personal con el C. Jesús Alberto Chávez A, quien es egresado de la Licenciatura con Orientación en Composición y Dirección, por la Escuela de Música del Centro Universitario de Artes, Arquitectura y Diseño (CUAAD) de la Universidad de Guadalajara, con el propósito de hacer llegar a usted, un poco del extenso arte de los virtuosos de la música, especialmente clásica.
Gracias por leer mi colaboración.
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